Corita Viamonte López.
Medalla de plata Ciudad de Zaragoza
Por: Domingo Buesa.
SALON DE PLENOS DEL EXCMO. AYUNTAMIENTO DE ZARAGOZA
16 DE MARZO DEL 2007
Señor alcalde de todos los zaragozanos.
Con su permiso, quisiera reflexionar en voz alta sobre la importancia del acto que estamos viviendo y ser capaz de definir, con ajustadas palabras, los sentimientos que inundan este salón, que ahora viste sus mejores galas para homenajear a dos personas que han sabido ser de Zaragoza y hacer Zaragoza.
Nuestros ojos nos dicen que entregar una medalla de Zaragoza es un acto solemne con el que también se construye ciudad. Un acto del que todos los asistentes, los actores y los espectadores, guardan en el fondo de su corazón imágenes y aromas, palabras y emociones. Pero, nuestro corazón siente que entregar una medalla de Zaragoza también es un acto de homenaje, un acto de cercanía hacia las personas que han sabido construir su itinerario vital desde el servicio y el amor a la ciudad.
Y eso es algo tan sencillo como grandioso, tan íntimo como universal. Por eso, hemos acudido con emoción en esta mañana, que se engalana con los primeros aromas que anuncian la primavera, a cumplir con el compromiso de acompañar a una mujer que va a recibir el homenaje de sus paisanos, de nosotros sus conciudadanos. De los que están y de los que no están, de todos los que, a lo largo de años, han sabido que con ella se podía tocar el cielo de las estrellas, que quizás han intuido que ella fuera una estrella de esas que titilan al oír los viejos cuplés que cantan aquello de “mimosa, mimosa, no seas zalamera”.
Por eso, los hombres y mujeres de esta ciudad bimilenaria, abierta a los cuatro puntos cardinales de la creación, sabemos que hoy estamos hablando de una mujer que ha triunfado, hablamos de Corita Viamonte López. Y también sabemos que hablamos del itinerario profesional de una zaragozana que quiso ser estrella desde que oyó cantar en las calles del Tubo, en ese escenario castizo que siempre ha sido Bodegas Almau, al inmortal José Oto que rompía el ambiente con esa voz que hacía suspender el vuelo hasta las palomas del Pilar.
Por eso deben decir sus biógrafos, que los tiene y de gran categoría como Javier Barreiro, que fue entonces cuando la jota se le coló en el alma. Pero, también nos avisan que lo hizo, dejando mucho espacio para esas letras picantes del “Ven y ven y ven” que abrían un mundo de sensaciones y colores muy atractivo. Ese mundo del cuplé que ella descubrió –a los doce años- viendo como Raquel Meller interpretaba “La Violetera” en un programa de Televisión.
Y de la mano de José Oto y de Raquel Meller, casi sin saberlo ellos, comenzó una historia brillante esta violetera del cierzo.
Comenzó la carrera de una artista que supo hacer muchas cosas.
Comenzó la lucha de una zaragozana, que quizás triunfó porque supo integrar el sentimiento aragonés hecho jota con el guiño del cuplé hecho picardía.
Esta es la larga historia de Corita Viamonte, llena de éxitos y, como dicen los toreros, de grandes tardes que –al final- también la llevan de barrio en barrio de esta ciudad. De centro en centro de esta Zaragoza que lleva en el alma, de la mano del conocido Luis Pardos, de Michel Zarzuela y de Antonio Becerril, que la invitan a navegar por entre mares de canas, horquillas, moños y recuerdos que se desdibujan en esos mayores que la adoran y que la nombraron “Nieta honoraria de todos los abuelos de Zaragoza”, nada menos que en ese escenario del Mercantil que inmortalizó Sender, cuando se reencontró con su tierra y sus gentes.
Eso es Corita, esta es Corita. Una amiga de todos, una funcionaria de este Ayuntamiento que lleva ya veinticinco años de trabajo –que se cumplen en este 2007 del Señor-, colaborando a construir la fiesta, la alegría, las cabalgatas, las barbas de los reyes y la sonrisa de los niños… Corita es eso. Una posibilidad de sonreír, una apuesta por la modernidad, un compromiso de mujer apostando por la igualdad… Pero, Corita también es un conjunto de retos conseguidos. Han escrito que fue la triple más joven de España y la primera mujer batería en Europa; que su propia Academia de canto y baile español la creó a los quince años; que fue la coreógrafa más joven; que fue la tercera cantante española que pisó suelo ruso y a la que le dieron la Medalla a la mejor cantante extranjera; que asistió al Congreso del Cuplé Sicalíptico cordobés… Nada más y nada menos.
Estamos contando retos conseguidos, los retos que la convierten en historia. Pero, siempre tendremos que acabar justificando el recuerdo de Corita en esa imagen suya desfilando por las calles de Zaragoza, con ese vistoso Grupo de Majorettes que creó nuestro Ayuntamiento en 1969. Con un grupo que se convirtió en un referente nacional y con una directora que se convirtió en la gran embajadora de esta tierra, mientras subía y bajaba la batuta lanzada al aíre.
Y eso fue ayer. Ayer, cuando había miradas congeladas porque desfilan las Majorettes. Esa secuencia nos trae a la memoria la Zaragoza del seiscientos, de la Vespa, de los municipales con casco blanco, de los serenos en la noche y de las tardes de permanente y cansado pasear por Independencia… Y esa secuencia quizás justificaría este galardón, con el que queremos premiar a una artista llena de sueños y de ilusiones, a una mujer que esconde la timidez en la custodia de los recuerdos de su pasado, de unos recuerdos que son su infancia pero que ya son la historia de nuestra ciudad.
Por eso, quisiera concluir mis palabras levantando el telón de los años y buscando unas secuencias que se conviertan en el mejor homenaje a la dimensión entrañable de Corita Viamonte López.
Van a ser dos pinceladas en las que quiero decir lo que la emoción le impediría decir, lo que siempre ha pensado decir en un momento tan importante de su vida. Por eso, vamos a hablar de los más importantes.
Para ello, vamos a tener que abrir el escenario de la vida al recuerdo de los primeros años de Corita, quizás debamos decir ya de esa Coritina que debutó en el Teatro Principal, cuando tenía tres años, cantando como podía la romanza de “La tabernera del puerto” de la que sólo se sabía la primera letra. Seguro que eso satisfizo a su madre, aunque a su padre le cautivaría más verla cantar las historias de “El negro zumbón”, con voz de trapo y sugerentes movimientos.
Por aquel entonces, y lo dejamos con el permiso del señor alcalde así de indeterminado para los curiosos, Zaragoza era un mundo de artistas, entre los que estaban la señora de la vaquería que cantaba a pulmón en la calle Santa Isabel, el maestro de canto Bernardino Ochoa que enseñaba a cantar al padre del gran tenor Plácido, o los artistas que vivían en la calle Contamina, la misma calle donde había nacido Corita Viamonte.
Eran los momentos de una gran mujer, su madre doña Cora, la pianista del Plata, que, desde su “Academia de los Pobres” de la calle del Temple, mientras recordaba sus triunfos en los mejores teatros de España y modulaba las voces, había logrado crear un espacio de creación, de sensibilidad a flor de piel que estaba preparando una generación de artistas que lanzaría al mundo: como Lita Claver “La Maña”, Emilia Jiménez “La Faraona”, Fernando Esteso, Víctor Ullate y muchos otros que llegaron a ser muy conocidos en el panorama artístico español, donde triunfaría el gran Plácido Domingo que hundía sus raíces en el bar Mi Casa.
Y eran los momentos de don Juan, un cantante que había renunciado a todo el éxito de los escenarios y que seguía trabajando por los festejos zaragozanos ensayando como arrancar la ofrenda de flores… que –años después- se ha hecho itinerario universal en las fiestas del Pilar.
Eran los momentos en los que comenzabas a saber lo que es un escenario, que comenzabas a sentir la grandeza de ese aplauso que premia la canción, la gracia, el salero de esta tierra. Era el inicio de una vida artística que hoy queremos reconocer con la medalla de plata de Zaragoza.
Y es que, amiga Corita, funcionaria diligente de esta casa, zaragozana hasta la médula, que razón tenía Elvira de Amaya cuando, en esos paisajes de su Torrero natal, dijo aquello de “si yo tuviera tu voz me haría artista y además con el tipo que tienes...”. No se equivocaría, no se equivocaron ninguno de los que lo intuyeron. No te equivocaste tú cuando buscabas el telón del Principal. El futuro era ya tuyo, tu estrella ya brillaba en el firmamento y tu voz iba a hacer posible el milagro construyendo una leyenda en el poder del trabajo, en el valor del esfuerzo y en el poder de esa confianza que mueve el mundo.
No importan los silencios, ni siquiera que la vida esté llena de supervivencias, lo que importa es saber ser uno mismo, saber de donde eres y saber abrir las manos para derramar alegría y esperanza. Y eso hay que reconocerte que lo has sabido hacer y bien. Por eso y por todo lo demás, nos sentimos orgullosos de
Corita Viamonte López. Hasta tal punto que los que hemos querido acompañarte en este solemne momento podríamos decir como el de la copla “Veneno que me diera por café, Yo me lo tomo, si me lo da usté”. Y entre café y café, te confesaré una última cosa: esta ciudad espera todavía mucho de ti.
Domingo Buesa Conde
Historiador
yo fuy mayorettes del grupo de corita ,fue muy bonito tengo ya mis añitos y sigo recordando aquellos años, ahora a mis hijas se lo cuento y me dicen que por que no hago yo un grupo .Me gustaria pero ya tengo mis añitos ,CORITA sige asi ,un beso.oh podrias hacer una pagina con nuestras fotos jajaja heramos las mejores.
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